Niños de Alta Demanda
- Diana Neyra Conde
- 27 may 2017
- 5 Min. de lectura

Quièn ha oído hablar de los niños de alta demanda e incluso ha pensado que su pequeño es uno de ellos.
¿CÓMO PUEDO SABER SI MI PEQUEÑO LO ES?
La realidad es que nos gusta etiquetar todo y encasillar ciertos comportamientos y, aunque puede ser que tu pequeño sea de alta demanda, también puede que simplemente sea más activo, más demandante, más sensible o absorbente. Lo que para unos puede ser una actitud, para otros puede ser en menor o mayor grado.
Antes de nada debemos saber:
Al describir estas características tratamos de ser imparciales, meramente descriptivos. No son características negativas o positivas del niño, simplemente cualidades de éste.
Nuestras expectativas como padres, puede que no sean realistas, y que nos hayamos creído eso que nos contaron de que los bebés son comer y dormir, y no. La realidad está muy alejada de todo eso, ¿verdad?
Todos los niños son demandantes. Unos más y otros menos. Pero todos necesitan de nosotros 24 horas al día, al menos en los primeros meses de vida, y más tarde irá dependiendo de cada caso.
Muchos niños puede que cumplen alguna de las 12 características que se describe a continuación, pero el término como tal, se refiere a aquellos que cumplan prácticamente la totalidad de ellas.
¿Cuáles son las características?
Son muy intensos. Es algo que describen sus padres con frecuencia. Son niños con una intensidad emocional desmesurada; que expresan todo de forma extrema, tanto la alegría como el enfado o la pena. Niños que viven todo con entusiasmo y pasión. A los que les cuesta parar y estar quietos.
Son demandantes. Necesitan atención continua. Todo es poco y siempre quieren más. Llevado a todos los campos: cariño, afecto, tiempo, dedicación, atención…
Son impredecibles. Lo que funciona hoy puede que mañana no nos sirva, es decir, a veces puede que sirva un método para comer, dormir, calmarse o incluso para jugar, pero mañana mismo puede que esto mismo no funcione.
Tienen gran sensibilidad, tanto a nivel físico como a nivel emocional. Perciben cualquier estímulo, cambio o emoción. Necesitan que el entorno cuide y ponga atención en esa sensibilidad. Los ruidos, los estímulos y el entorno pueden suponer un gran reto para ellos. Del mismo modo que las emociones son intensas y así lo manifiestan.
Muestran gran necesidad de contacto físico. Necesitan que les cojan, les duerman en brazos, les pongan al pecho, duerman con ellos, les den cariño, les cojan de la mano, sentir el cuerpo del otro… El Dr. Sears lo describe como que es imposible dejar de sostenerles. Tienen la necesidad de estar cerca del adulto, de forma habitual suele ser de su madre.
Son hiperactivos, es decir, de actividad excesiva e ininterrumpida. Están siempre en alerta, expectantes, con el tono muscular alto (hipertónicos), como si fueran a realizar algo, “siempre preparados para la acción”.
Son absorbentes. Quienes lo viven lo describen como niños que parecen no parar nunca, que absorben la energía de los demás y siempre necesitan más y más.
Se alimentan frecuentemente. El acto de ser alimentado les produce calma y tranquilidad. Muchas veces no es la necesidad de alimento, sino de succión o calma, de sentir contacto y atención. Todo el proceso que conlleva les hace sentir confort.
Se dan despertares frecuentes. A pesar de su actividad continua no necesitan dormir demasiado. Además se despiertan frecuentemente en la noche o hacen siestas cortas.
Se muestran insatisfechos. La sensación que transmiten es de insatisfacción. Parece que por más que peleemos por llegar a todo, nunca están conformes. No nos culpemos de ello, no hay que buscar culpables.
No saben calmarse solos. Necesitan del otro para tranquilizarse, dormir, tener momentos de calma y relax. Les cuesta contenerse y autorregularse.
Son muy sensibles a la separación. Muestran angustia ante el momento de separación de sus padres, aunque se trate de otros cuidadores conocidos. A pesar de que vaya pasando el tiempo esto no cambia y puede incluso intensificarse.
¿Qué podemos hacer para llevarlo mejor?
Lo primero debe ser asumir la realidad que tenemos. Y asumir no es sólo etiquetar, sino integrar lo que nos está sucediendo y lo que nuestro hijo es. Puede resultar complicado, pero es lo que nos va a permitir avanzar a todos y seguir en una dirección correcta.
Acompañar en el plano emocional, dando afecto, expresando nuestras emociones y trabajándolas. Es importante que hablemos, compartamos, verbalicemos y dediquemos tiempo al aspecto emocional.
Responder a las demandas le generará mayor seguridad y calma. Por lo contrario a lo que se suele creer, es mejor responder a las llamadas de nuestro hijo, ya que no son un capricho o un antojo, sino que son sus necesidades y parten de su forma de ser; de su yo.
Establecer una rutina y una base segura le dará herramientas para anticipar situaciones y comportamientos ante ciertas preguntas o cuestiones. Si ofrecemos la misma respuesta una vez tras otra, transmitiremos la seguridad que necesita en cada caso.
Mostrarnos calmados y seguros ante sus inseguridades o actitudes desconcertantes. Nuestra calma puede ser una guía para ellos. Ya sabemos que los niños son reflejos de sus padres, y los niños de alta demanda no son menos.
Emplear la paciencia como principal arma. Soy consciente de que esto nos cuesta a todos, ya que es imposible ser pacientes a todas horas, pero debemos aprender a gestionar las rabietas, las demandas, los llantos, la falta de sueño o su comportamiento absorbente. Puede ser una buena ayuda practicar deporte, hacer yoga o pilates o dedicarnos unas horas a nosotros mismos para realizar algo que nos haga desconectar y nos permita coger fuerzas.
Una predisposición y una actitud positiva son buenos aliados, tanto para las familias con un hijo con alta demanda como para las que no. Pero en este caso más aún. Si nos enfrentamos con positividad y sin anticiparnos a las situaciones, daremos cada día nuevas oportunidades de cambio y mejora.
¿Esta situación pasará?
Por un lado, los bebés de alta demanda seguirán siendo niños, adolescentes y adultos de alta demanda, pero por otro, estas características pueden ir suavizándose o evolucionando en otras nuevas. Como por ejemplo, la testarudez se convertirá en perseverancia, la necesidad de compañía en empatía hacia el otro, la intensidad en constancia y así una suma de habilidades que harán de sí mismo un adulto lleno de cualidades.
Finalmente, ¿podríamos decir que son niños que padecen una enfermedad?
No. No sólo no son niños enfermos, sino que son niños despiertos, considerados como muy inteligentes, que perciben con sus sentidos más que el resto de la mayoría de la población, que necesitan más contacto, atención, disponibilidad y paciencia por parte de su entorno.
Por todo ello, no se trata de criticar su comportamiento y enumerar quejas, sino de describirles tal y como son, sin pensar en estas características como algo negativo, sino más bien como algo que nos ayude a comprender su forma de ser, para poder acompañarles, dar respuesta y seguridad en su crianza y educación.
Y tú, ¿Habías oído hablar de este término?
Comments